Cántico de la acacia

La niña aún no había nacido, pero Io-Anna tenía tatuado su futuro nombre en la parte baja de la espalda: Joyce. Y Grace, la suegra, adivina, encantadora y sanadora, había sido visitada por una visión prometedora. “La confianza es el camino para escapar de la desgracia”. Io-Anna le dejó estas palabras en confianza a Grace para que luego pudiera transmitirlas a Joyce. Porque no sabe si tendrá el valor de contarle ella misma lo que, sin embargo, tuvo el valor de experimentar: cómo, para escapar de un orden patriarcal odiado, huyó en bicicleta, a través del barro del pantano, con el domingo vendedor ambulante que luego se convierte en el padre del niño; cómo la pequeña Joyce llegó hasta ellos, sin vida, en una balsa flotante. "Se necesitan tres personas para crear un niño", dijo Grace, "el hombre, la mujer y el Invisible". Al pie de la acacia, el árbol de la inocencia, un magnífico himno a la valentía de vivir, llevado por tres generaciones de mujeres sublevadas en el África actual.