El Faro de Blackwater

Helen tiene una buena vida en Dublín; una profesión que le gusta y una familia feliz llena de amor con su marido Hugh y dos hijos. El pasado reaparecerá en su vida con la visita de Paul, quien trae un mensaje de Declan, el hermano menor de Helen: está muy enfermo, y le ruega que lo vaya a ver. Y con ese retorno del pasado, se reabre el recuerdo de viejas heridas y rencores; Helen, su madre Lily, su abuela Deveraux. Y en la casa costera de la abuela, donde van a dar las tres mujeres y los tres amigos (Declan y sus amigos Paul y Larry), con una ambigua simetría, se desarrolla un complejo ballet de relaciones, un baile de salón lleno de avances y retrocesos, de amenazas de estallidos y salidas imprevisibles, en una rica dinámica de intercambios, sólidamente sostenida por los seis personajes muy bien construidos. A pesar de lo que puedan hacer suponer los anticipos, el SIDA, y aún más la homosexualidad, como temas, pasan a un segundo plano, limitándose a servir de marco para una rica historia de relaciones humanas. Una postal imaginaria, deseable, flota sobre esta dinámica: la cabeza de Declan apoyada en el regazo de su madre, que le acaricia amorosamente el pelo y le canta una canción dulce. Tomando en cuenta las dolorosas heridas abiertas, ¿Será posible? ¿O la oportunidad ya ha pasado? ¿Hay esperanza? Una excelente novela que gira en torno a las secuelas de un pasado inmodificable, en la historia de la vida familiar. Y una historia que, por diversas razones, encontré conmovedora.