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05 Sep, 2024
Jibril (o Djibril o Yibril) cuenta su retorno, por razones laborales, a Yibuti, su país natal.
En forma alternada asistimos también al relato de un prisionero, escriba de su Maestro del Islam, que nos presenta su perspectiva desde el yihadismo, como un permanente contrapunto a la historia de Jibril.
Y en algún momento se agrega también las palabras resucitadas de un escriba, dirigidas en señal de admiración y respeto, a su amigo Ben.
Yibril trabaja para empresas multinacionales americanas, y sus eventuales pruritos quedan sepultados por la generosa remuneración que recibe por sus servicios.
“Confieso que es (todo) muy práctico en Norteamérica, … dejan(do) atrás cualquier obstáculo que pudiera entorpecer la buena marcha de los negocios. Se trituran, se abrevian y simplifican los apellidos impronunciables y señas de identidad. Hay que olvidarse de todo lo antiguo, de todo lo extranjero. El pasado ha muerto, ¡viva el futuro!”.
Pero, también, como una inteligencia artificial, van aprendiendo de sus errores, de las causas de sus fracasos. Por esta razón, Yibril es contratado por una consultora, para estudiar las condiciones y riesgos locales antes de decidir una serie de inversiones y negocios.
“Los americanos han estado trabajando afanosamente durante los últimos años para resarcirse de su profundo desconocimiento del resto del mundo”.
Es un retorno doloroso a una patria (o tal vez al recuerdos de unos padres) que no lo trataron bien; sólo rescata la amistad con David, y los seis años que llegó a compartir con su abuelo.
Patria, padres: una analogía pertinente y bien presentada.
Y para eso debe dejar atrás por el momento el agradable hogar que ha construido con Denise en Montreal; Denise, quien le ha abierto los ojos, y a quien debe la oportunidad de esta segunda vida.
“Fue Denise quien me introdujo en los arcanos de la vida de Walter Benjamin” … "Yo hice mío ‘El ángel de la historia’, tal como nos lo restituye el filósofo judío alemán”, dice en referencia al cuadro Angelus Novus, que su autor, Paul Klee obsequió a su amigo Benjamin. “En él se puede apreciar a un ángel que mira fijamente, los ojos como platos…Su rostro vuelve hacia el pasado…(dónde) ve una única catástrofe. Desearía poder demorarse, reunir de nuevo lo desmembrado. Pero una tempestad lo empuja irremisiblemente hacia el futuro. Esta tempestad es lo que nosotros llamamos progreso”.
Mientras, en la mente del yihhadista prisionero, al igual que en la de los empleadores de Yibril, no hay lugar para la duda.
“¡Qué diseño tan diabólico! Nuestra poblaciones se pudren en el desierto de todas las lamentaciones, víctimas de eternas humillaciones, de eternas traiciones, de eternas miserias. ¿No merecemos algo mejor? Sí, sin duda; algo mucho mejor. ¿No ha llegado ya el momento de explicar al pueblo la amarga verdad de nuestro presente, mucho más amarga que la de nuestro pasado? Los que respondan afirmativamente empezarán a abrir los ojos. Levantarán la cabeza, rechazarán ayudas supuestamente generosas. Abandonarán su condición de auxiliados y se sumarán a nuestras filas.”
Yibril lleva a cabo su labor, por momentos desgarrado entre su nueva vida y su pasado; entre los vientos indetenibles del progreso y el impulso de detenerse para recomponer lo desmembrado. El camino de la búsqueda de la verdad que debe encontrar no puede plasmarse en un plan, en un método o un camino previamente trazados: es un camino sinuoso, de prueba y error, en el que la intuición define muchas veces los resultados.
No muy distinto a las formas que eligió su admirado Walter Benjamin en su búsqueda por la verdad; pasando por el misticismo judío, el romanticismo alemán o el materialismo dialéctico. No hay un camino fijo y seguro para seguir, ni una verdad revelada que pueda ser predicada desde una Cátedra.
“Dicen que la verdad emerge progresivamente, como burbujas de oxígeno subiendo lentamente desde el receptáculo de la conciencia.” Pero para ello hay que buscarla, estar atento a sus señales.
Una historia cuidadosamente construida, y que incluye la aparición de dilemas y perspectivas del pensamiento, que contribuyen a enriquecer la comprensión de las conductas de los personajes, y el desarrollo de la trama. No tengo mayor formación filosófica, por lo cual algunos tramos me resultaron difíciles de seguir; pero a medida que la obra avanzaba, se me fue haciendo más comprensible, y me pasó como “la verdad que emerge progresivamente, como burbujas de oxígeno…”.
¿Es fácilmente explicable? ¿Se puede consolidar una conclusión que permita sintetizar las diversas perspectivas? No en mi caso. Tal vez quede más camino para recorrer. Y tal vez esa fuera la intención del autor con esta obra.
Una obra muy valiosa, aunque no es sencilla: requiere atención, mucha apertura, esfuerzo; y a cambio no nos da respuestas, sino que nos presenta más dudas, aunque sí, y como contrapartida, más posibilidad de crecimiento. Todo dicho, en mi opinión, vale la pena.
Abdourahman Waberi (Yibuti, 1965) realizó sus estudios superiores en Francia y reside actualmente en Québec, Canadá. Yibuti es un pequeño país que se encuentra en el oeste de África, a pocos kilómetros de Yemen (Asia), en un punto estratégico: la entrada al Mar Rojo y el acceso al Canal de Suez.
PD: En el epígrafe del libro (al igual que en uno de los cuentos de Hisham Bustani que he venido leyendo en forma simultánea) cita a Mahmoud Darwish (también transliterado como Darwich o Darwix), que parece ser el mayor poeta árabe contemporáneo; su más reciente libro en prosa es "En presencia de la ausencia"(2006); para tener en cuenta.
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