Tres veces luz

"La relativa brevedad de este relato puede llevar -en un lector acostumbrado a ciertas novelas minimalistas de moda- a suponer que se trata de una historia simple, digestiva, y que se lee de un tirón. Nada de eso". De Juan Sasturain, en la introducción al libro. Sin restar valor a las novelas minimalistas (no todo lo que uno lee puede ser un ladrillazo en la cabeza, como proponía Kafka), doy fe: esto es otra cosa: Mattio dice; y dice mucho con pocas palabras. La historia transcurre por dos carriles. En uno de ellos, una Fiscal de la ciudad portuaria de Rosario y sus colaboradores se ocupan del enigmático caso de un marinero - a quien denominan el esquimal- que solicita ser detenido y acusado de homicidio. En el otro, volviendo atrás unos días, dos polizones inconcebibles, escondidos en la bodega de un barco procedente de Costa de Marfil, África. En la narración se van alternando, sin necesidad de aclararlo, el narrador omnisciente y algunos de los personajes. Y aunque al comienzo esto puede dificultar la lectura, la forma de narra de cada uno es tan particular que no le quita fluidez. Aquí también se ve la maestría del autor; como afirmó Chaplin, el arte consiste en que no se vea el artificio. La historia de cada uno de los personajes tiene material para abrir un amplio desarrollo; pero el autor es sobrio: se abstiene para concentrarse en lo esencial, suficiente para la historia. Una novela breve, despojada, atrapante, perfecta.