Una suerte pequeña

"La barrera estaba baja. Frenó, detrás de otros dos autos. La campana de alerta interrumpía el silencio de la tarde. Una luz roja titilaba sobre la señal ferroviaria. Barrera baja, alerta y luz roja anunciaban que el tren llegaría. Sin embargo, el tren no llegaba. Dos, cinco, ocho minutos y ningún tren aparecía. El primer auto esquivó la barrera y pasó. El siguiente avanzó y tomó su lugar." Este preludio aparece reiteradamente a lo largo de la novela, agregando detalles gradualmente, anticipando un hecho que cambiará la vida de la narradora. El momento fatal que generará la pregunta recurrente ¿Y si ese día hubiera hecho otra cosa? ¿Y si hubiera ocurrido algo que cambiara lo que ocurrió? Un hecho, ya inmodificable como el pasado, y una reacción que la llevará, acorralada, a una huida. Y la historia comienza con su retorno a la Argentina, veinte años después; una mujer distinta, que se pondrá a prueba en el reencuentro. "El avión -el mío - carretea en la pista de aterrizaje. Los pasajeros aplauden. ¿Por qué los pasajeros argentinos aplauden?, no vi aplaudir en un aterrizaje en ninguno de los vuelos que hice en estos años". En el inicio, la historia es contada con mucha agilidad y toques de ingenio; atrapa. Y nos va sumergiendo, poco a poco en una vida anterior, en la que el dolor se va construyendo como una jaula alrededor de la protagonista. La narrativa es muy buena: hace clara la historia y logra muy bien generar las atmósferas para sentir los que va ocurriendo; y personajes bien construidos, en un entorno de una naciente clase media alta suburbana, que busca agregar brillo cultural a su bienestar económico (a veces, aunque sea en apariencia). Y un final que sacrifica un poco la calidad literaria (Borges decía que a partir de Kafka no son posibles los finales felices), en favor de una pequeña caricia al lector. Una buena novela.