Infancia

Tiene diez años. Vive en Worcester, una pequeña localidad al norte de Ciudad del Cabo, con una madre a la que adora y detesta a la vez, un hermano menor y un padre por quien no siente respeto alguno. Lleva una doble vida: en el colegio es el alumno modelo, el primero de la clase; en casa, un pequeño déspota. Los secretos, los engaños y los miedos le atormentan; el amor por la granja familiar y por el veld, las oscuras mesetas sudafricanas, le arraigan a la tierra. J. M. Coetzee vuelca todas sus dotes de narrador sobrio, mesurado y elegante en este relato lleno de fuerza, en el que evoca su infancia a comienzos de los años cincuenta; escenas de una vida de provincias donde la inocencia en su estado más puro y la violencia soterrada forman parte tanto de la propia historia como de la de Sudáfrica.

Infancia parece ser una novela autobiográfica, aunque la forma narrativa elegida es la tercera persona. Para mis preferencias literarias, eso no constituye un buen comienzo, ya que las memorias no es un género que me interese mucho. La historia se inicia cuando la familia, incluido el protagonista de 10 años, se mudan de Ciudad del Cabo a una urbanización en las afueras de Worcester, donde su padre, abogado, ha conseguido empleo. El lugar no es presentado con mucho afecto, a diferencia del lugar en el mundo del niño, la granja de su familia paterna, Vöelfontein. Los aspectos más ricos de la novela son la descripción de los padres y otros familiares, y los complejos vínculos que mantiene con ellos, así como los entresijos y tensiones en las relaciones entre los que perciben como ingleses y los afrikaners, descendientes de los primeros colonizadores holandeses; hay también interesantes observaciones sobre la gente de color, una mundo que se presenta con afecto aunque incomprensible y misterioso. Algunas de estas cuestiones, aunque interesantes, hoy parecen anacrónicas a la luz del rumbo que tomó la historia posterior de Sudáfrica. El niño no es demasiado simpático ni querible, aunque es muy observador y trata permanentemente de ordenar mentalmente el mundo a partir de los indicios que va obteniendo. La escritura de Coetzee, es, como siempre, impecable; y se le debe reconocer que si efectivamente es autobiográfica, ha tenido la honestidad de no idealizar en absoluto su yo-niño. Salvo los aspectos mencionados, la novela no me despertó mucho interés; y si logré terminarla fue por la calidad en la escritura del autor. Aunque entiendo que cada uno tiene sus preferencias respecto a los géneros y estilos literarios.