El niño resentido

En esta novela autobiográfica el protagonista va narrando, a través de breves historias, episodios de su vida, que se van hilando entre sí para construir una historia de vida desde los cuatro hasta los dieciséis años. La historia transcurre en la villa (barrio marginal de viviendas precarias) conocida como el nombre Carlos Gardel en el noroeste del cordón del conurbano que rodea a la ciudad de Buenos Aires. El tiempo en que transcurre es la década del ‘90 del siglo XX, tiempo en que la cocaína penetró con fuerza en la sociedad en general, y en las villas, en particular, ya que actúan como reservorio, dado que están casi al margen de la ley, con escasa presencia del Estado, y con ambigua relación con la política y las fuerzas de seguridad. Al mismo tiempo, en el período narrado, se fortaleció el frenesí de consumo y ostentación del lujo, y se amplió la brecha social, y generando nuevos modelos a seguir. En éste contexto va creciendo el narrador, en un período en el que el delito, habitualmente frecuente en estos ámbitos, creció notablemente asociado a la necesidad de contar con dinero para alimentar la adicción y hacer ostentación de riqueza. "Nunca brillé tanto como cuando fui delincuente. La belleza de robar consistía en que la justicia podía saborearse en un instante. Protagonista de un sanguinario y noctámbulo cuento de hadas. Odiábamos el sol porque nuestra rabiosa ansiedad de monarquía se abastecía de la oscuridad. La libertad no se buscaba, se imponía, derrochábamos vitalidad por propia voluntad, pero también a pesar nuestro. Queríamos saborear los límites del abismo, aunque eso implicara morir pronto. Mientras duremos será con glamour". A pesar de varias situaciones que pusieron peligro su vida, el afán de robar crecía cada vez más, y no sólo para acceder a la cocaína o poder proveerse de bienes suntuarios para lucir frente a los demás. "Estaba ciego, o mejor dicho mis ojos sólo querían ver un final épico para mi vida. No deseaba otra cosa, toda mi líbido estaba puesta en ese propósito. No me importaba el sexo, para mí era más placentero marcar a fuego mi nombre en el panteón de los delincuentes más importantes del barrio". En un momento, las circunstancias lo obligan a detener su carrera vertiginosa. "No me había muerto, como quería, pero al menos estaba dentro de una tumba". Pese a mis dudas iniciales, me encontré con una muy buena obra, con una narración muy dinámica, y una escritura pulida, que sin omitir los hechos vividos, con elegancia evita el sensacionalismo y la truculencia. Y de acuerdo a mi experiencia de haber trabajado casi toda mi carrera en contacto con estos sectores marginales, encontré la psicología y los matices absolutamente verosímiles. Un libro muy recomendable. César González nació en Argentina en 1989, y en sus años de prisión se dedicó a leer, estudiar y reflexionar, produciendo un giro importante en su vida. Actualmente es cineasta, poeta y con esta novela ha iniciado su incursión en la narrativa.