Reviews:
(3 months ago) |
05 Sep, 2024
Diégane es un escritor senegalés radicado en París, que ha alcanzado un cierto éxito con su primera novela. Cuando toma conocimiento de T. C. Elimane, un autor también senegalés, que a fines de la década del '30 publicó El laberinto de lo inhumano, una novela que generó un importante revuelo en el ámbito literario, inicia una carrera obsesiva que se refuerza una vez que consigue y lee el libro. Para ello asiste a largos relatos, que, como un juego de cajas chinas, abre lugar para otros relatos, así como situaciones aparentemente sobrenaturales. Su búsqueda sin descanso es la de quien persigue un grial, un secreto o una revelación que ilumine y permita alcanzar la sabiduría de comprender la profundidad de lo humano.
El contexto no es neutral para él, como no lo ha sido para ningún escritor africano negro* (y el autor muestra ser muy consciente de ello). Se espera que sea un portavoz de una literatura que ha conllevado consigo un mandato: el rescate de las tradiciones, la denuncia de la colonización, el testimonio de la miseria o de la atrocidad de las guerras civiles. Pero ¿No tiene un africano el derecho a cultivar el arte? ¿A navegar en las tinieblas del alma humana? ¿A deslumbrar con espejos y laberintos de ilusiones?
En un momento, un amigo politizado le dice (¿le reprocha?): "...siempre has considerado que nuestra ambigüedad cultural era nuestro verdadero espacio, nuestra morada, y que debíamos habitarla lo mejor posible, como trágicos conscientes, como bastardos civilizacionales, bastardía de bastardía, bastardos nacidos de la violación de nuestra historia a manos de otra historia carnicera."
Una novela que atrapa y apasiona, con múltiples personajes que van contribuyendo a armar el rompecabezas de Elimane, y se van entrecruzando en distintos momentos del tiempo; y también algún artificio del narrador omnisciente que también contribuye a echar luz en la comprensión de la historia. Hay algunos párrafos que se hacen un poco largos, así como alguna situación en que hay personajes que actúan de forma un poco estereotipada.
Roberto Bolaño, el inspirador del título de la novela (que proviene de un párrafo incluida en su novela Los detectives salvajes), daba una clasificación de los escritores: los tímidos y temerosos que preferían la seguridad del cuento o la novela corta, donde todo puede estar tranquilamente bajo el control del autor (incluyendo en esta categoría a su admirado Borges); y los que tenían la audacia de la novela, y sobre todo la novela larga, en la que el escritor se lanza a una aventura, con riesgos y sin red.
En este caso, Sarr se ha lanzado a su aventura personal, y además se ha propuesto, en ese espacio ambiguo descripto anteriormente, a tender un puente entre la aldea y la ciudad cosmopolita; y aunque con algunos tropiezos, considero que ha salido airoso.
Una novela excelente.
* Aclaración: Cuando he hecho referencia a "africanos negros" no ha sido con una intención despectiva, si no descriptiva, con el fin de ser más específicos. África tiene escritores destacados y reconocidos: dos de ellos, Gordimer y Coetzee (Sudáfrica) han obtenido el Premio Nobel (también Naguib Mahfuz, de Egipto, pero esa es otra historia); también se destacan su compatriota Damon Galgut, Eduardo Agualusa (Angola) o Mía Couto (Mozambique). Todos ellos son blancos, y aunque muestran una gran sensibilidad en su obra, no han debido cargar con el mismo mandato que los africanos negros.
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05 Sep, 2024
Diégane es un escritor senegalés radicado en París, que ha alcanzado un cierto éxito con su primera novela. Cuando toma conocimiento de T. C. Elimane, un autor también senegalés, que a fines de la década del '30 publicó El laberinto de lo inhumano, una novela que generó un importante revuelo en el ámbito literario, inicia una carrera obsesiva que se refuerza una vez que consigue y lee el libro. Para ello asiste a largos relatos, que, como un juego de cajas chinas, abre lugar para otros relatos, así como situaciones aparentemente sobrenaturales. Su búsqueda sin descanso es la de quien persigue un grial, un secreto o una revelación que ilumine y permita alcanzar la sabiduría de comprender la profundidad de lo humano.
El contexto no es neutral para él, como no lo ha sido para ningún escritor africano negro* (y el autor muestra ser muy consciente de ello). Se espera que sea un portavoz de una literatura que ha conllevado consigo un mandato: el rescate de las tradiciones, la denuncia de la colonización, el testimonio de la miseria o de la atrocidad de las guerras civiles. Pero ¿No tiene un africano el derecho a cultivar el arte? ¿A navegar en las tinieblas del alma humana? ¿A deslumbrar con espejos y laberintos de ilusiones?
En un momento, un amigo politizado le dice (¿le reprocha?): "...siempre has considerado que nuestra ambigüedad cultural era nuestro verdadero espacio, nuestra morada, y que debíamos habitarla lo mejor posible, como trágicos conscientes, como bastardos civilizacionales, bastardía de bastardía, bastardos nacidos de la violación de nuestra historia a manos de otra historia carnicera."
Una novela que atrapa y apasiona, con múltiples personajes que van contribuyendo a armar el rompecabezas de Elimane, y se van entrecruzando en distintos momentos del tiempo; y también algún artificio del narrador omnisciente que también contribuye a echar luz en la comprensión de la historia. Hay algunos párrafos que se hacen un poco largos, así como alguna situación en que hay personajes que actúan de forma un poco estereotipada.
Roberto Bolaño, el inspirador del título de la novela (que proviene de un párrafo incluida en su novela Los detectives salvajes), daba una clasificación de los escritores: los tímidos y temerosos que preferían la seguridad del cuento o la novela corta, donde todo puede estar tranquilamente bajo el control del autor (incluyendo a su admirado Borges); y los que tenían la audacia de la novela, y sobre todo la novela larga, en la que el escritor se lanza a una aventura, con riesgos y sin red.
En este caso, Sarr se ha lanzado a su aventura personal, y además se ha propuesto, en ese espacio ambiguo descripto anteriormente, a tender un puente entre la aldea y la ciudad cosmopolita; y aunque con algunos tropiezos, considero que ha salido airoso.
Una novela excelente.
* Aclaración: Cuando he hecho referencia a "africanos negros" no ha sido con una intención despectiva, si no descriptiva, con el fin de ser más específicos. África tiene escritores destacados y reconocidos: dos de ellos, Gordimer y Coetzee (Sudáfrica) han obtenido el Premio Nobel (también Naguib Mahfuz, de Egipto, pero esa es otra historia); también se destacan su compatriota Damon Galgut, Eduardo Agualusa (Angola) o Mía Couto (Mozambique). Todos ellos son blancos, y aunque muestran una gran sensibilidad en su obra, no han debido cargar con el mismo mandato que los africanos negros.
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